miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una escuela para los días violentos



















Texto que leyó Luis Valdez en la presentación de Rhyme&Reason el 31 de agosto de 2010 en la Biblioteca Magna, Raúl Rangel Frías, en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Antes que los videojuegos entraran a la sala de nuestra casa, las tardes se nos iban jugando en la calle. Los que no teníamos permiso de salir, debíamos conformarnos con ver películas mexicanas todas las tardes en el Canal 2. Teníamos la ventaja de que nuestras madres pertenecen a una generación conocedora de chismes de la farándula del cine de oro. Apenas escuchaban los primeros acordes al iniciar una película y decían: “ah, esa es de Negrete” o “en esa sale Cuco Sánchez”. Yo no entendía por qué a pesar de los balazos, los odios a muerte entre familias y las venganzas, siempre el bueno (y a veces el malo) se daban un tiempecito para cantar un par de canciones y conquistar a la hija del rico del pueblo, esa a la que quiere robarse el malo.

Antes que los reality shows pasaran por la televisión de nuestra casa, las historias modernas de amor y desamor se podían ver en la Revista TVyNovelas. Nos dábamos cuenta que las actrices de telenovelas sufrían las mismas que habían sufrido en sus días Gloria Marín o la María Félix. Al menos los temas con que iniciaba cada capítulo eran más modernos que las canciones de las películas. Resultaba contrastante lo predecibles que se volvían las tramas en la televisión, contra lo complicados que eran los romances en la vida real. Que Verónica Castro tuvo un hijo con un hombre que no es su esposo, que Lucía Méndez tuvo un romance con un cantante mucho menor que ella, llamado Luis Miguel…

No había tantos libros en los sillones, no íbamos tanto al cine y ni siquiera nos pasaba por la cabeza que podríamos ver películas en youtube u otras páginas de Internet, la televisión no pasaba tantas películas extranjeras (más que en la permanncia voluntaria de los domingos en el Canal 12) y tampoco había modas que llegaran y pasaran tan rápido. ¿Entonces, qué más nos podía haber quedado de aquellos días?

En otros escritores de mi generación he encontrado pedazos de anécdotas familiares, aventuritas de barrio, historias incompletas que algún tío o hermano mayor contaba en todas las reuniones y terminó siendo un relato a pedacitos. En la novela American Psycho, Bret Easton Ellis se la pasa capítulos enteros hablando de sus grupos musicales favoritos. Los grupos que llevan la historia del personaje. Pero cuando Criseida Santos habla de las películas de Antonio Aguilar no habla de un gusto, sino de una formación.

También habla de lo contundente que resulta el amor. Ya sea en los diálogos de una película como el Peñón de las ánimas, las cien cartas de amor que Jorge Negrete escribió, o la letra de una canción que interpretó a dueto con Pedro Vargas.

La novela de Criseida Santos es un cuestionamiento a lo que se supone que queríamos ser, esa imagen que teníamos de nosotros mismos aquellas tardes en que las antenas parabólicas comenzaban a decorar los techos de algunas casas. Porque se llegó a pensar que las cosas cambiarían, que estábamos a punto de entrar al Primer Mundo, porque en realidad México no pertenecía al Tercer Mundo sino a los mentados Países en Vías de Desarrollo. ¡Qué ilusos! Porque esa clase media que alguna vez arañamos con los sueldos de empleados de nuestros padres, no veía otra lógica más que “en un país que pasa a Primer Mundo, la clase media, ya es clase media alta”.

¡Qué ilusos! Cuando vimos por primera vez chocolates Snickers y Milky Way en la tienda de la esquina y pensamos, al rato habrá en la ciudad tiendas gringas que abrirán las 24 horas y ya no iremos a Gigante. Beberemos Heineken y pasaremos de fumar cigarros Delicados a los Marlboro Lights.

No teníamos un presidente alto y güero pero sí uno economista (y además de Agualeguas Nuevo León, donde mandó construir un aeropuerto). Y para la otra tendríamos un presidente de otro partido político o una mujer… en cambio los gringos, pensábamos, no cambian las cosas… a ver, ¿cuándo carajos tendrán un presidente negro?

Pensando así en los años noventa, buscamos el sueño americano y más temprano que tarde vimos claramente nuestra realidad mexicana.

Algunos hemos regresado más de una vez a la casa de nuestros padres, llenos de coraje, siempre a punto de explotar, frustrados porque la vida nos metió el pie a mitad del camino. Reencontramos las calles donde crecimos y vemos de manera impotente a los niños que ahora corren por el parque, trepan en los resbaladeros o van de mala gana a comprar refrescos.

En el camino hemos encontrado amigos con los que creímos congeniar porque eran igual de raros que nosotros, y luego resultaron ser nuestros enemigos, tuvimos esa amiga que (¡oh, sorpresa!) nunca imaginamos que llegaría a ser el amor de nuestra vida, el primo que se cree la gran cosa porque se ha metido en una oficina más parecida a un cubo, donde respira ocho horas al día y luego regresa a casa con aire de hombre importante, dispuesto a no dejarse vencer, a ver las limitantes de los demás porque “está cabrón que algún día tú puedas hacer esto o aquello”.

Pero ante todo, Rhyme&Reason nos da un ejemplo de que se puede sobrevivir a esta bola de contratiempos (casi una maldición) en la que se ha convertido la vida. Es la novela de alguien que se formó escuchando balazos por televisión y ahora los escucha en la calle. Su escuela musical fueron las canciones de desamor y coraje. Por eso no se siente tan ajena a los días en que vivimos. Música agresiva para tiempos violentos. Y de este síntoma llamado coraje y sobrevivencia, a Criseida le queda todavía mucho más .

* Luis Valdez

Monterrey, 31 de agosto de 2010.


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