sábado, 4 de abril de 2009

Hablando de mujeres y canciones

**Esto anda circulando en la red a propósito de Rhyme & Reason

Hablando de mujeres y canciones


Con su permiso de todas ustedes, voy a meter un gol.

Recientemente salió a la venta el libro "Rhyme and Reason" de mi comadre la Criseida Santos Guevara (http://akaotome.blogspot.com). Está publicado por la editorial Tierra Adentro. Pídanlo en las librerías culturosas de su preferencia.

Yo estoy particularmente contenta de que una editorial seria y aburrida publique un libro lencho, charro, rapero y además bilingüe, así que me puse a escribir un ensayo al respecto, del cual les paso los últimos párrafos para que se entretengan ustedes.

Muchos saludos,

Tania

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Al final de la Revolución se juntaron unos señores y decidieron que había que crear una identidad nacional. Las dos cabezas más visibles de este intento deliberado de hacer un país a partir de ideas fueron Diego Rivera y el ya mencionado José Vasconcelos. Los propósitos homogeneizantes de éste último quedan bien ilustrados en la siguiente frase, parte del discurso de inauguración del edificio de la Secretaría de Educación Pública: "en esta estirpe indoibérica se han de juntar el Oriente y el Occidente, el Norte y el Sur, no para chocar y destruirse sino para combinarse y confundirse en una nueva cultura amorosa y sintética." (discurso de inauguración del edificio de la SEP, disponible en el sitio güeb de la SEP) Esta síntesis, entendida a la mexicana, es oprimidoramente inescapable, fatídica: se lo traga todo. Ante el extranjero se admite la integración pero no la coexistencia pacífica. Ante el homosexual todavía no se sabe bien qué hacer, fuera del asesinato y la redada.

Así, el México del siglo veinte fue artificiosamente construído, primero por estos señores postrevolucionarios y después por los productores de cine cincuenteros. A mí nunca me gustaron las películas de charros porque, suspicaz que soy, me dí cuenta de inmediato de que estas películas se desarrollaban en un pasado ficticio (¿porfiriano? ¿preporfiriano?) un poco como las novelas de ciencia ficción se desarrollan en un futuro ficiticio. Los charros son tan falsos y tan artificiosos como llamar a los mestizos "estirpe indoibérica".

El único personaje que recuerdo con simpatía es Doña Luisa García, en parte por su parecido con aquella Francisca de "Francisca y la muerte" y en parte porque refleja la vitalidad imparable de mis propias abuelas, y en última instancia la mía propia. A diferencia de Claudia de Samos, por los charros y sus esmirriadas damiselas nunca sentí nada más que indiferencia. Mi actual atracción por la canción ranchera procede exclusivamente de mi escaso talento musical, que me impide cantar y acompañarme con la guitarra nada más complicado que el Cancionero de Pedro Infante (Antología de Guitarra Fácil No. 6 Vol. 1). Mi análisis temático de éste último me lleva a concluir que las canciones están dominadas por tres grandes temas: el alcohol, las mujeres y los caballos. En "Rhyme and Reason" aparecen el alcohol y las mujeres (la narración se hace de hecho desde una cantina) pero los caballos se encuentran transfigurados en automóviles (tanto particulares como taxis) y autobuses.

A pesar de abrevar de la infinita fuente de inspiración del cine nacional y de tomar al charro como modelo masculino, Claudia no es una mexicana de cepa: habla inglés, vive cerca de la frontera, estudia en el extranjero, va y viene. Su tránsito y su alerta hacia los productos culturales extranjeros le permiten redondear su identidad. La adopción del rap la define como individua. ¿Es la mexicanidad incompatible con la lesbianez? ¿Cuál es el espacio dentro del marco cultural mexicano para las lenchas? ¿Un cuartucho desvencijado y sin regadera, como el que los padres de Felicia prestan a Claudia y a la dicha Felicia?

El el México del siglo veinte hubo una sola lesbiana, Chabela Vargas, que ni siquiera era mexicana y que en el siglo veintiuno ha sido raptada/rescatada por Joaquín Sabina, así que ahora vive en España y va a México solamente si se ofrece cantarle "La llorona" a Salma Hayek. En la Ciudad de México, cuenca de todos los privilegios y todas las inmundicias, anda una tal Jesusa Rodríguez, alborotadora donde las haya, y hay una liga de fútbol. Las chichas más jóvenes tienen afortunadamente muy ganado el derecho de jugar al fútbol, regalo que le deben en buena parte al equipo olímpico de fútbol femenil de los Estados Unidos, las campeonas de los juegos de Atlanta en 1996. Claudia, su autora y yo no corrimos esa suerte.

El secreto del siglo veintiuno, y la probable salvación de futuras generaciones de lesbianas, es que el margen nos basta y nos sobra. No amenazamos a nadie; somos una minoría que no aspira jamás a volverse mayoría.

En los dichos libros de texto gratuito, por ejemplo, estaba incluído el Romance de la Princesa Guerrera, personaje cien por cien transgénero: a la primera provocación se va de su casa para hacerle la guerra a los moros disfrazada de hombre, y hace de drag king con tanto talento que incluso logra pasar las pruebas de cierto príncipe con mamitis que se propone descubrir cuántos cromosomas equis tiene la dicha princesa. Un pequeño romance ambiguo, perdido entre las coplas populares, basta para hacer soñar a una lesbiana en ciernes. Al cine cincuentero no se lo puede corregir, tan sólo se lo puede releer, como Criseida relee la historia de Jorge Negrete y Gloria Marín en un hilarante contrapunto de machismo asimilado y feminismo mal digerido.

Cris no es la única en ponerse a ajustar cuentas con la cultura popular propia y ajena. Mientras ella devana los sesos para transponer el rap en la narrativa, en Argentina y el Distrito Federal las Kumbia Queers14 rehacen a su antojo las canciones de Black Sabbath, The Cure y Madonna, no solamente haciendo pastiche de letras en español, sino también convirtiendo las canciones en cumbias villeras; y en Montréal, las Lesbians On Ecstasy retrabajan los himnos feministas-separatistas "serios" de los años setenta y los convierten en música electrónica. Estas agrupaciones guapachosas forman parte de una nueva corriente global de perversión, optimismo y jarana, bandera del siglo 21 y punta de lanza del fin de la depresión que tanto agüita a todas las Claudias del Nogalar.

A fin de cuentas, somos unas perversas más allá de la vida privada, y con permiso o sin él nos dedicaremos a tergiversar y enreversar cuanto producto cultural se nos ponga a mano, en los medios artísticos o tecnológicos que se tercien, para gozo público o íntimo. Lo único que queda en el aire es a qué precio, y si acabaremos al fondo de la cantina o en el pináculo de la fama. Mientras tanto, daremos absolutamente toda la guerra que se nos venga en gana.

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